
Que nos perdone el Atlántico
por invadir sus livianas ondas
y hacer el amor en las dos lenguas
mas no entender los signos de esa guardada lentitud
Que me perdone lo tropical de tu sombra
que un portugués te anuncio en siglos
y yo a la sombra de otra muerte lenta
desbarranqué al fondo
de ese pacto sin viento en el que respira tu cuerpo
Perdonemos a la historia que nos invadió el follaje
y nos revivió en la jaula de cielos sin especie
pero que tuvo la bondad de incluirnos
en un mismo repertorio
en el teatro efecto de la caída ajena
El vértigo que grita desde el duelo sin sonido