domingo, agosto 06, 2006

DIACRONÍSMO



















Tú ya sabes cuanto ansié el ocio
en tu castillo sin soles ni monarcas
queriendo ser apetecible a tu aristocrática torpeza,
pero entendiste, creo, que mi fornicio no fue de hadas
como quien dice dolor y sangre en lo olfateado,
sino de cazadora de erecciones doncellas
y recibimientos ágiles
propiciados por la desesperación del instinto.

Me devoraste el presagio, antes que el vientre bajo
me dijiste, en la primera huída al edén de tu reserva,
en ese hotel que no es lucero, sino laberinto de flores saladas
y humedecidas de tanta ociosidad.

Entonces, ¿Te equivocaste en mi lascivia?
¿Ese alimento de mozuelos sin tormentas ni adicciones?

Porque la cosa es que te he visto, desde aquella muerte
camuflándote en la tumba que sin querer cavé en tu vaticinio,
entrando y saliendo convertido en ese duende
que de vez en cuando me coge de las piernas,
mientras amaso los muslos de un varón de abecedarios
en un –para ti– trágico sol invernal.


Que Cipris nos ampare, discretos
en otro laberinto.

Pintura: Adam de Lempicka